Alzheimer y demencia

Los animales de compañía en el entorno de las personas con deterioro cognitivo y demencias

Dra. Silvina Heisecke
Médica Veterinaria. Asistente de investigación en SIREN-CEMIC (Subsección de Investigación y Rehabilitación de Enfermedades Neurocognitivas, Sección Neurología del Dpto.de Medicina del CEMIC)
Coordinadora del Programa de Capacitación en el Manejo de pacientes con Enfermedad de Alzheimer y otros trastornos cognitivos de SIREN-CEMIC, avalado por el Instituto Universitario CEMIC y auspiciado por A.L.M.A.
Es, además, guía de perros y caballos para terapias asistidas.

Muchas veces abordamos el tema de los cambios y adaptaciones que son recomendables realizar en el entorno de las personas con deterioro cognitivo y demencias pero, con muy poca frecuencia, consideramos la posible existencia de un animal de compañía en ese entorno y el impacto que puede representar.

A pesar del gran avance de la tecnología, de la vida en grandes centros urbanos y de la amplísima gama de posibilidades de entretenimiento, información y esparcimiento disponible, muchas personas continúan eligiendo convivir con un animal de compañía.

Las relaciones humano-animal no son de aparición reciente, pero su estudio científico sí lo es. Muchos trabajos señalan que la interacción con un animal de compañía produce beneficios físicos, psicológicos y sociales.(1)

Por ejemplo, Anderson, Reid, &Jennings examinaron varios factores de riesgo cardiovascular en propietarios y no propietarios de animales de compañía en un estudio realizado en Australia. Ellos encontraron que los poseedores de animales realizaban más ejercicio físico, mostraban menor presión sanguínea, más bajo colesterol y triglicéridos que los no poseedores.(2)

Hoy sabemos y repetimos que, lo que le hace bien al corazón, le hace bien al cerebro por lo que los efectos físicos beneficiosos informados por estos autores, podrían relacionarse con las medidas recomendadas mundialmente para prevenir la demencia.

En el aspecto cognitivo, Allen informa que en un grupo de mujeres a las que se les pidió que resolvieran ejercicios de aritmética en presencia de otra persona (su mejor amiga, su esposo) o de su animal de compañía, ellas no sólo fueron más efectivas en la resolución de la tarea en presencia del animal sino que mostraron menor presión arterial que en presencia de los acompañantes humanos, independientemente del grado de relación con ellos. (3)

Otro grupo de autores planteó la hipótesis de que poseer un animal de compañía mejoraría y permitiría el mantenimiento de la movilidad en adultos mayores (70 a 79 años de edad), mediante la facilitación del ejercicio.

Ellos encontraron que aunque tener un animal facilita el ejercicio, no es garantía de caminar con él o de hacer ejercicio.

Sin embargo, para aquellos miembros de la población que caminaban con sus perros por lo menos tres veces por semana, se observó mayor adhesión en el cumplimiento del nivel de ejercicio recomendado por los médicos, favoreciendo el mantenimiento de la movilidad.

Más importante aún, tres años después de iniciado el estudio, el grupo de propietarios de perros que caminaba con ellos al principio del estudio, mantuvo sus niveles de actividad en mayor proporción que los no propietarios o que los propietarios que no caminaban con sus animales.(4)

Además de promover la actividad física, los animales ayudan a centrar la atención, estimulan la interacción social, mejoran el sentido del humor, favorecen el contacto físico, el juego y las demostraciones de afecto tanto hacia el animal como hacia otras personas. En consecuencia, la compañía de los animales parece servir como protector de las personas contra la soledad y la depresión. Según otros autores, también favorece la independencia, la motivación, el sentido de valor y utilidad para otros, un estado afectivo positivo, un aumento de la autoestima y un sentido de logro.(1)

Algunos de los beneficios sociales más importantes de la interacción humano-animal son el efecto catalizador de la interacción con otras personas, efecto en ocasiones denominado como de “lubricante social”.(5)

La gran mayoría de las personas les hablan a sus animales y lo hacen de una forma diferente a cuando habla con otro ser humano.

Según algunos autores, cuando las personas hablan con un animal se sienten más tranquilas y sin presiones.(1)

Por todos estos antecedentes, la presencia de un animal de compañía en el entorno de un adulto mayor que transita un envejecimiento saludable o en el del que padece algún grado de deterioro cognitivo/conductual o demencia, se presenta -a primera vista- como una situación favorable.

Sin embargo, siempre debemos tener en cuenta los gustos y preferencias de las personas y conocer la forma en que un animal de compañía (perro y/o gato) llegó al entorno de un adulto mayor. ¿Es un animal deseado? ¿Es un animal querido? ¿Se encuentra integrado a la vida del adulto mayor? El tamaño corporal, edad, carácter, nivel de fortaleza y actividad física, estado de salud del animal: ¿son adecuados para convivir con un adulto mayor?

Todas estas preguntas deberían ser consideradas para asegurar la calidad de vida de personas y animales y evitar posibles accidentes.

Si el animal de compañía no está integrado a la vida de un adulto mayor y, dependiendo de las características de esa persona (fragilidad si es muy anciano, rigidez y dificultades en la marcha si hay enfermedades neurodegenerativas, disminución de la visión, deambulación nocturna), pueden ocurrir caídas por tropezarse con el animal o provocadas por saludos muy efusivos de perros o movimientos imprevistos de perros/gatos.

Las personas con deterioro cognitivo-conductual/demencia pueden presentar síntomas conductuales. Éstos (irritabilidad, ansiedad, miedo, agresividad, alucinaciones) podrían ser desencadenados por la presencia de un animal no integrado al entorno. Una persona con síntomas como el miedo, ansiedad, irritabilidad, hasta agresividad, podría tener actitudes amenazantes hacia un animal que, de ser sumiso, puede resultar agredido o lesionado o –caso contrario- si posee una actitud dominante, podría defenderse y atacar a la persona. El familiar/cuidador que quisiera intervenir en esta última situación, también podría resultar lesionado. Sin dudas, si se previera o identificara alguna de estas situaciones, lo más recomendable será buscar otro miembro de la familia que pueda ocuparse del cuidado del animal o bien entregarlo en adopción responsable.

Pero, retomemos los aspectos positivos de la interacción con animales: en la literatura existen citas que mencionan el papel de los perros como catalizadores sociales en pacientes con Enfermedad de Alzheimer, encontrando que éstos funcionan como vínculo entre el paciente y su familia. También se señala que favorecen una disminución de la agitación, el aumento de la interacción social, de las verbalizaciones, disminución de la ansiedad, mal humor y agresión así como un efecto relajante general, en especial en el fenómeno de caída del sol o sundowning. En pacientes con afasia también se ha demostrado una mejora significativa de las habilidades verbales y no verbales al acompañar la terapia de lenguaje con Terapia Asistida con Animales.(6)(7)

Todos los beneficios enumerados aplican no sólo para el adulto mayor sino también para sus familiares y cuidadores que, de aceptar la presencia de los animales, pueden aprovechar las “ayudas” que ellos brindan.

Dentro del abanico de intervenciones no farmacológicas que ayudan a estimular cognitivamente y contener conductualmente a las personas con demencia, la terapia asistida con animales (TACA) se presenta como una alternativa holística que propone un retorno al contacto con la naturaleza. Los guías con sus animales domésticos preparados para esta tarea, pueden integrarse al equipo de cuidadores de los adultos mayores que no posean animales pero que, en su infancia-juventud, hayan tenido contacto con animales y guarden un grato recuerdo de esa experiencia.

Bibliografía

  • 1.- Gutiérrez, G. Granados, D.R., Piar, N. (2007). Interacciones humano-animal: características e implicaciones para el bienestar de los humanos. RevistaColombiana de Psicología, 16, 163-184
  • 2.-Anderson, W.P., Reid, C.M. & Jennings, G.L. (1992). Pet ownership and risk factors for cardiovascular disease. Medical Journal of Australia, 157, 298-301.
  • 3.-Allen, K., Blascovich, J., Tomaka, J. & Kelsey, R.M. (1991). Presence of human friends and pet dogs as moderators of autonomic responses to stress in women. Journal of Personality and Social Psychology, 61, 582-589.
  • 4.- Thorpe, R. J. Jr,, Simonsick, E. M. Brach, J. S., Ayonayon, H., Satterfield, S. Harris, T.B., Garcia, M. &Kritchevsky, S.B. (2006). Dog Ownership, Walking Behavior, and Maintained Mobility in Late Life.Journal of the American Geriatric Society, 54, 1419-1424.
  • 5.-Wilson, C. C. & Turner, D. C. (1998) Companion Animals in Human Health. Thousand Oaks, CA: Sage.
  • 6.-Baun, M.M., Mccabe, B.W. Companion Animals and Persons with Dementia of the Alzheimer’s Type. Therapeutic Possibilities.American Behavioral Scientist, (2003), 47: 42-51
  • 7.-LaFrance, C., Garcia, L. &Labreche, J. (2007). Case report: The effect of a therapy dog on the communication skills of an adult with aphasia. Journal of Communication Disorders, 40, 215-224.
  • 8.- CRE Alzheimer Salamanca. Intervención asistida con perros. http://www.crealzheimer.es

Publicado en la Revista de ALMA, N° 7, 2016