Alzheimer y demencia

Implicancias de la música y el movimiento  en la cognición y la conducta

Dra Cecilia M Serrano MN92995
Médica Neuróloga
Dra. en psicología cognitiva con orientación en Neurociencia aplicada
Laboratorio de Memoria y Equilibrio, Buenos Aires
A cargo de Neurología cognitiva, Hospital Cesar Milstein, Bs. As.

Según conocimientos científicos, desde la Prehistoria, la música fue fundamental en todas las culturas. Surgió de manera simultánea al lenguaje, debido a la necesidad de comunicarse y cooperar.

Tanto la música como el lenguaje están presentes en todas las sociedades humanas que hoy existen, y los arqueólogos afirman que ambas estuvieron presentes en las sociedades prehistóricas.

Al escuchar música, nuestro cerebro lleva a cabo interacciones auditivo motoras. El área cerebral involucrada entre la sensación auditiva y el movimiento en consecuencia es la corteza pre-motora del lóbulo frontal.

Al escuchar una canción, primero realizamos un análisis acústico: – La letra será analizada por el sistema de procesamiento del lenguaje, y el componente musical por dos subsistemas: organización temporal (el ritmo y el compás) y organización del tono (el análisis del contorno y los intervalos que nos llevan a codificar el tono). Por otro lado, la música estimula áreas del sistema límbico y de esa manera, modularía las emociones. Se ha utilizado hace varios años en la terapia de la epilepsia, en la enfermedad de Parkinson, para reducir la hipertensión arterial, en el tratamiento de niños con trastorno de déficit de atención e hiperactividad, en la depresión, en el tratamiento del estrés y en el insomnio, entre otros.

En 1993, Investigadores comprobaron que la escucha durante 10 minutos de la sonata en re mayor para dos pianos KV 448 por estudiantes de la Universidad de Wisconsin tuvo efectos positivos en las pruebas de razonamiento espacio-temporal, efecto que duraba unos 10 minutos. A este fenómeno se le llamó el Efecto Mozart y los resultados de este estudio fueron publicados en la revista Nature en el año1993, con varias críticas en la actualidad.

¿Cuáles son los mecanismos que pueden explicar estos efectos a nivel cerebral?

El sonido incide sobre el oído estimulando células situadas en el oído interno, células que traducen la energía mecánica en energía eléctrica, es decir, potenciales de acción. En el caso de los sonidos, los potenciales eléctricos, a través de vías específicas, llegan a la corteza auditiva cerebral primaria localizada en el lóbulo temporal. El cerebro clasifica los sonidos en bandas de frecuencia, en intensidades y duraciones, así como en graduaciones de frecuencia, intensidad y duración. Por otro lado, envía fibras hacia las células sensoriales del oído interno controlando su sensibilidad. Participa activamente en los diversos escalones que recorre la información auditiva, modificando y filtrando esa información.

Esto quiere decir que los tonos que percibimos son atribuciones que la corteza cerebral asigna a las señales eléctricas que le llegan desde la periferia, interviniendo además en cada uno de las estaciones de relevo, desde el oído hasta el lóbulo temporal. Sin este sistema centrífugo, el efecto llamado de “cocktail party”, o sea la capacidad de escuchar una conversación en una fiesta, a pesar del ruido de fondo, sería imposible. El cerebro no se contenta con el análisis de los sonidos, sino que se preocupa más bien de la interpretación activa de esos sonidos.

La corteza auditiva primaria está rodeada de la llamada corteza auditiva secundaria, y ésta a su vez de la corteza auditiva terciaria. Mientras que la corteza auditiva primaria se concentra en las características de tonos aislados, la corteza auditiva secundaria es responsable de la relación entre varios tonos. La corteza auditiva del hemisferio derecho del cerebro se ocupa de los tonos simultáneos y analiza las relaciones armónicas entre ellos. La corteza auditiva secundaria del hemisferio izquierdo se concentra en la relación entre secuencias de tonos, por lo que es importante para la percepción del ritmo. La melodía no es simplemente una secuencia de tonos, sino que éstos varían en ella de frecuencia y acento, provocando en el cerebro sensaciones únicas. Melodía, ritmo y armonía combinados forman la música.

¿Qué relación existiría este la música y las emociones?

La música tiene la capacidad de provocar respuestas emocionales. Las emociones pueden clasificarse en forma general en dos dimensiones, según su valencia (positiva o negativa) y su intensidad (alta o baja). Las emociones positivas inducen conductas de aproximación y las negativas conductas de retirada. Ambas respuestas están mediadas por la corteza prefrontal ventromedial (derecha para la aproximación e izquierda para la retirada). La música puede evocar conductas de aproximación o de retirada, además de comunicar información emocional, produciendo cambios fisiológicos como cualquier otro estímulo emocional.

Datos obtenidos de pacientes con daño cerebral bilateral del córtex auditivo muestran que el procesamiento de la música es diferente al de las emociones evocadas por ésta, ya que estos pacientes no fueron capaces de reconocer melodías familiares para ellos antes del accidente cerebral, pero sí pudieron clasificarlas como alegres o tristes.

Existen diversas teorías que intentan explicar cómo el cerebro procesa las emociones. Una de ellas es la clásica ruta subcortical, en la que el sistema límbico desempeña un papel fundamental. Contamos con suficientes datos para confirmar que el núcleo accumbens se activa cuando escuchamos música agradable y que decrece la activación de la amígdala cuando escuchamos música relajante. Asimismo, la amígdala estaría implicada en la música de suspenso.

Diversos estudios se han centrado en el análisis de la disonancia (percepción desagradable), y apoyan que el giro parahipocampal y la amígdala son estructuras clave. En la música de suspenso, como comentábamos anteriormente, desempeña un papel muy importante la amígdala. Hay casos en los que pacientes con escisión del lóbulo temporal medial derecho, incluida la amígdala, no fueron capaces de reconocer señales de peligro a partir de la música.

senales a partir de la musica

Además de los sistemas subcorticales límbicos recién mencionados, diversas estructuras corticales están implicadas en el procesamiento emocional a partir de la música, como el córtex orbitofrontal, el córtex temporal superior y el cíngulo anterior. Ver figura 2.

Figura 2: Procesamiento emocional a partir de la música. La corteza orbitofrontal y prefrontal ventromedial, junto con el cíngulo anterior, en conexión con áreas subcorticales (límbicas), están implicadas en el procesamiento de las emociones a partir de la música.

¿Usamos los dos hemisferios para escuchar música?

El análisis con modernas técnicas de imagen cerebral, como la tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética funcional han mostrado que el sustrato neurológico del lenguaje y de la música se solapan. Se ha podido comprobar, como hemos dicho, que el hemisferio derecho atiende los aspectos melódicos de la música y el izquierdo los aspectos rítmicos. Las estructuras del sistema emocional o límbico que procesan las emociones en el hemisferio derecho se activan cuando sujetos voluntarios imaginan la música. El hemisferio derecho también es más sensible para la armonía. El canto, que implica tanto la música como el lenguaje, parece involucrar ambos hemisferios si hay palabras por medio, pero el canto sin palabras depende más del hemisferio derecho.

¿El cerebro de un músico es diferente?

En músicos profesionales con oído absoluto se ha podido constatar que tienen una zona del cerebro “plano temporal” más grande que en personas no músicas. El plano temporal es una región del lóbulo temporal que es importante para la comprensión del lenguaje. Asimismo, la mitad anterior del cuerpo calloso, que une ambos hemisferios, también es mayor en músicos que comenzaron su entrenamiento antes de los siete años de edad, comparado con sujetos no músicos. Una característica típica en músicos profesionales es que utilizan menos regiones cerebrales cuando ejecutan movimientos con la mano que los individuos no músicos.

¿Qué relación existe entre la inspiración y la música?

Varios compositores famosos han relatado en sus escritos que sentían sobre esa misteriosa inspiración que les llevaba a plasmar en el papel su música. En general, decían que la música fluía de sus cabezas espontáneamente. Precisamente Mozart hablaba de que sus ideas musicales se le presentaban cuando estaba solo, cuando se desplazaba de una ciudad a otra en su carruaje o cuando padecía insomnio por las noches. Su barbero se quejaba, lo que tenía que perseguir continuamente para afeitarle porque se levantaba de pronto para ir al escritorio a escribir la música. Tanto él como Robert Schumann oían la música, al parecer, completa en su cabeza antes de pasarla al papel.

A veces, la inspiración era sentida como una experiencia religiosa. Un ayudante encontró a Händel llorando cuando en un maratón de 24 días escribió su “Mesías”. Y expresaba esta experiencia diciendo: “Veía el cielo abierto ante mí y al propio Dios Padre”. O Johannes Brahms que lo expresaba así: “Me sentía en consonancia con la eternidad, no hay nada más apasionante”.

Muchos compositores sufrían de lo que hoy podríamos llamar períodos maniacos o maniaco-depresivos. Curiosamente, este tipo de personas suelen mostrar altos valores de creatividad. Se supone que aproximadamente un tercio de todos los escritores y artistas, así como la mitad de los poetas, tuvieron síntomas maniaco-depresivos. Los psicólogos sospechan que a este grupo pertenecían compositores como Berlioz, Bruckner, Gesualdo, Glinka, Händel, di Lasso, Mahler, Mussorgsky, Rachmaninoff, Rossini, Schumann y Tchaikowsky entre otros.

Todos estos hechos nos hacen suponer que nuestro cerebro emocional es importante no sólo para nuestra propia supervivencia sino también para las diferentes etapas de la creatividad.

¿Cómo nos imaginamos la música en nuestro cerebro?

La imaginería musical consiste en imaginar la música o en imaginar que estamos tocando un instrumento. Revisiones de la literatura, indican que son las mismas áreas cerebrales las implicadas tanto para percibir, ejecutar e imaginar el sonido y es la interacción entre la corteza auditiva del lóbulo temporal con la corteza frontal la responsable de poner en marcha la imaginería musical. Cuando intentamos acordarnos de una canción, activamos la corteza frontal y simultáneamente la corteza auditiva nos aporta la información necesaria para discernir entre el sonido imaginado y el real.

Cuando un músico imagina que toca su instrumento, se activan áreas auditivas y motoras, a pesar de no estar tocando el instrumento. Ver figura 3

imaginar la musica

¿Qué relación existiría entre la música y el movimiento?

Tanto el lenguaje como la música tienen una estrecha relación con el movimiento, por lo que se considera que la música establece relaciones entre distintas funciones cerebrales, relaciones que también son consideradas características de nuestra especie. La música facilitaría este tipo de relaciones entre distintas funciones, tales como las emociones, la prosodia (el tono o la melodía) de nuestro lenguaje, así como en la motricidad asociada a la periodicidad de los movimientos.

Es indudable que la música y el movimiento han ido de la mano desde tiempos inmemoriales. Como citan Phillips-Silver y Trainor en el año 2007, la costumbre de escuchar música en actitud pasiva es una tradición reciente surgida en el mundo occidental. En otras culturas la música no se entiende sin el movimiento. De esta forma, la música es una experiencia multisensorial, ya que no sólo implica el sentido del oído, sino también el de nuestro propio movimiento (propiocepción) y el del equilibrio (sistema vestibular).

La actividad física que implica bailar y/o realizar caminatas regulares, estaría altamente relacionada con la reducción del riesgo del deterioro cognitivo en la vida adulta. Estudios de la Universidad de Pittsburgh concluyeron que mientras más ejercicio físico realiza una persona (de 10 a 14 kilómetros semanales), mayor cantidad de sustancia gris podría desarrollar una década más tarde en regiones cerebrales como el hipocampo, el giro inferior frontal y el área motora suplementaria, esenciales para la memoria y la cognición. Años más tarde, los mismos investigadores, hallaron que el ejercicio aeróbico aumentaba selectivamente el volumen del hipocampo anterior, que es una de las regiones responsables entra otras, de mediar la adquisición de la memoria.

La danza, por otro lado, según Peter Lovatt, director del Laboratorio de Psicología de la Universidad de Hertfordshire, Inglaterra, ayudaría a mejorar la autoestima y a generar nuevas rutas de pensamiento. Se ha estudiado que ciertos tipos de baile incidirían directamente en la forma en que podemos resolver problemas análogos a dichos modos de animar el cuerpo: la improvisación al bailar, por ejemplo, ayudaría a enfrentar mejor problemas que poseen soluciones distintas; por el contrario, un baile que depende de movimientos muy precisos y sumamente estructurados haría que el pensamiento se ejercite en problemas de solución única.

Poner nuestro cuerpo en movimiento al menos 30 minutos diarios y más de dos veces por semana, pondría en funcionamiento mecanismos aeróbicos que nos permitirían: Aumentar el flujo sanguíneo cerebral, mejorar el funcionamiento cardiovascular, mejorar las capacidades cognitivo ejecutivas, fortalecer el sistema muscular y óseo, regular el apetito, cambiar positivamente el tipo de grasa sanguínea., mejorar el sistema inmunológico y fortalecer el estado de ánimo entre otros beneficios.

En síntesis, la música posee redes y circuitos propios de procesamiento cerebral. Escuchar música, implica la activación de numerosos centros y áreas del cerebro, desencadenando un sinfín de sensaciones, emociones, la activación de áreas del movimiento y de integración audio-motoras. La actividad física, por su parte, nos permitiría desarrollar y mantener en buen estado las funciones más elevadas del cerebro, cuidando además la salud cardiovascular. La actividad física debe ser regular, en base a nuestras condiciones clínicas y una compañera en todas las etapas de la vida. Por supuesto, además de la gimnasia aeróbica, o la danza, se debe sumar una dieta equilibrada, nuevos desafíos mentales y una vida social activa.

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Publicado en la Revista de ALMA, vol.VII, 2016